Por Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio
En el árbol de la cruz, Dios ha ofrecido al mundo una nueva esperanza, un motivo de vida transformada y redimida. El sacrificio de Jesús nos revela el amor más grande, un amor que no conoce límites y que abraza nuestra humanidad con compasión. Hoy, el crucificado nos llama a no olvidar que, a través de su sufrimiento, hemos recibido la oportunidad de reconciliarnos con Dios y con los demás.
Su abrazo de misericordia nos recuerda que, aunque atravesemos momentos difíciles, siempre hay una razón para seguir adelante: el amor incondicional de Cristo, reflejado en el sacrificio de la cruz.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
Comentarios