Por Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio
Cuánto aprendimos a compartir y a tolerar a los demás, los que tuvimos la dicha de crecer en un hogar de muchos hermanos.
La familia es una escuela en muchos sentidos, y estos dos principios, “compartir” y “tolerar”, se aprende también en ella. En una familia grande, compartir se convierte en una necesidad diaria. Desde juguetes hasta espacio y atención, los hermanos aprenden a valorar lo que tienen y a ser generosos. La convivencia con varios hermanos también enseña tolerancia. Cada persona tiene su propia personalidad, gustos y opiniones, y aprender a respetar estas diferencias es crucial.
Hasta mañana, si Dios usted y yo lo queremos.
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