Por Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio
La palabra embriaguez es utilizada no solamente para el uso en exceso de alcohol, vino, ron, etc. Sino también emborracha el poder. Los políticos muchas veces se emborrachan, tienen embriaguez. Y también el dinero, el placer, la perversión emborrachan.
Por eso decimos que la embriaguez del vino, del poder, de la lujuria, malos deseos o el odio son capaces de dañar a quienes se entregan a esos pecados, o excesos, también hace daños a otros. Los que se embriagan hacen daño, quieran o no. Como le pasó a Juan el Bautista, fue víctima de la embriaguez de Herodes.
Hasta mañana si Dios, usted y yo los queremos.
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