Por Padre Felipe de Js. Colón
“No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una auxiliar, para que lo ayude” (Gn 2,18). Fueron las palabras pronunciadas por el Creador de la vida, Dios Padre, Uno y Trino. Y el silencio de la noche, Dios hizo caer en un profundo sueño a Adán y mientras dormía, le sacó una costilla, y entonces creó una hermosa mujer, a quien llamó, Eva. “Esta si es carne de mi carne, y hueso de mis huesos” (Gn 2,23), exclamó Adán con rostro alegre y complacido.
Desde los inicios de la creación, estaba en el plan de Dios, que tanto el hombre como la mujer participaran de la multiplicación de lo creado.
Es hermoso saber la dinámica de que el hombre engendra y la mujer concibe. Allí en un acto de amor, los esposos juntas sus cuerpos y hacen posible el nacimiento de nuevo ser. La maternidad, es una experiencia maravillosa que cambia la vida de una mujer.
Para que una mujer llegue a ser madre, necesita, no en todos los casos, ser esposa, tener pareja legítima. Cuando los hijos nacen en el seno de un hogar, el ambiente resulta excepcionalmente favorable.
Los primeros años de la vida, según los expertos en la materia, son fundamentales para el crecimiento de su seguridad psicológica, salud física y emocional. El equilibrio de ser esposa-madre, en ocasiones se convierte en una tarea difícil, pero el don de la sabiduría, le permitirá saber fusionar ambas sin que una anule la otra.
La finísima comprensión de un esposo-padre, hace que las tareas se compartan, y que la esposa-madre se sienta orgullosa de que su pareja le ayude en las pequeñas tareas de la casa y en el necesario acompañamiento de los hijos en crecimiento. Es loable escuchar: “Hagamos”, y es odioso: “Haz o hagan tal cosa”.
El peligro siempre será, asumir el rol de ser sólo “madre” en todo su esplendor, y dejar a un lado el rol de ser sólo “mujer”, que en definitiva, es el ángulo que alimenta la relación con el hombre que la eligió su esposa.
Siempre será triste, desgarrador y desolador, que el papel de esposa-madre se vea inesperadamente interrumpido por un esposo súper celoso, manipulador y controlador, y más aún cuando la inseguridad le ha llevado a ver cosas donde no las hay. Y nos preguntamos, como ha sido posible, que las manos que sirvieron de apoyo inexorable, que repartieron caricias, es la misma mano que asesina a la mujer que eligió como su esposa.
Al Estado le corresponder legislar y realizar políticas para que tengamos individuos psicológicamente sanos.
El domingo 30 de mayo, el pueblo dominicano celebra el “Día de las Madres”. Tengamos gestos de gratitud, de amor y de bondad con la madre que nos parió. Recemos con fervor al Señor, por las madres difuntas. ¡Felicidades a ti, Mamá!
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