Por Ramón Colombo
No me cabe la menor duda de que el Estado dominicano tiene una cantidad imperdonable de adornos (como tales, totalmente inútiles). Pero entre tantos y tantos hay uno que supera los límites racionales de la inutilidad, no obstante la gran variedad de espacios de trabajo en los que nunca se siente su presencia, desde la capital del país hasta el más remoto paraje de de cualquier montaña, a lo largo de miles y miles de kilómetros de calles y carreteras, aunque con semáforos “inteligentes” que no piensan y policías que lo único que tienen, como tales, es el uniforme…(Me refiero al INTRANT, por supuesto).
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