Por Lincoln López
Navegando por las redes, encontré una interesante reflexión de la cultura titulada: “Nunca quiso escucharme…”, de la autoría de Raúl Pérez Torres (Quito, 1941), un importante y laureado escritor ecuatoriano. Ganador en 1980 del Premio Casa de las Américas. Pienso que la misma merece ser publicada para compartirla.
Por razones de espacio, me limitaré a expresar: “Se considera escritor comprometido con su tiempo, y su función específica es dar vida a la realidad y denunciarla por injusta”. En 1970 empezó su labor publicando “Da Llevando”, luego su colección de cuentos: “Manual para mover fichas”, “Micaela y otros cuentos”, “En la noche y en la niebla”, “Los últimos hijos del bolero”…Fue Ministro de Cultura de su país…
“Nunca quiso escucharme…” dice:
“La cultura es el eje transversal de toda transformación revolucionaria. Un pueblo sin cultura solamente podrá aspirar al cemento armado y al último modelo de carro. La nueva clase media olvida pronto a quien posibilitó su ascenso y se convierte en estrella semanal del supermercado, el centro comercial es la nueva iglesia y el cliente su esclavo fiel.
“La honradez, la lealtad, la solidaridad, son lobos esteparios arruinados. El pueblo gordo de avaricia, tambaleándose en la nueva realidad, no sabe qué hacer con lo que tiene… Se le entregó el pez sin enseñarle a pescar. Analfabeto de principios y de símbolos. Su egoísmo, su individualidad, su mediocridad, su ambición, están garantizadas.
“Nunca quiso escucharme.
“Lo primero que define y permite una transformación es la cultura. Y la cultura es la percepción que tenemos del mundo, la forma en que accedemos al otro, la posibilidad de llenar el espíritu de una sensibilidad bondadosa, es la fuente de nuestro comportamiento…el aprendizaje diario de la generosidad y el respeto al otro.
“En la televisión denigrantes estereotipos, en el cine la manera más sofisticada de asesinar, en la política falsos profetas, en la administración pública prestidigitadores del hurto, en la escuela el implacable ejemplo de las drogas, en la vida cotidiana la grosería, el trato burdo, amores eternos que terminan en la comisaría…
“Por eso hay que llegar al pueblo con humildad, por eso hay que tocar sus resortes guardados, para que salte su sensibilidad, por eso hay que llenarlo de poesía y de música y de literatura y de teatro y de la sabiduría y del ejemplo de hombres y mujeres que construyeron la patria.
“Nunca quiso escucharme…
“Y ahora la ceguera de un pueblo aturdido, de un pueblo al que no se le dio la oportunidad de abrir su corazón a la cultura, da cabezazos, grita y blasfema, sintiéndose olvidado y herido. Dispuesto a sacarte los ojos.” (Fuente: D. La Hora).
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