Por Luis Federico Santana J.
El capitalismo como sistema se sostiene, ideológicamente, en el liberalismo. Ese liberalismo promueve la iniciativa privada e, indirectamente, el individualismo.
Esta filosofía penetra en su casi totalidad todo el ser y quehacer social. Lo peor del caso es que empujamos en la misma dirección de esta filosofía sin darnos cuenta.
Si estamos en la línea de desarrollar el pensamiento crítico, debemos reflexionar y hacer los aportes que sean necesarios para desmitificar este sistema y esta ideología.
En periodismo existe el principio de prominencia que refleja en toda su estatura este sistema y esta filosofía. En ese periodismo tradicional ¿cómo se expresa esta ideología?
Aunque se trate de un hecho insignificante, lo que ocurre a los grandes es periodísticamente grande, por el hecho de sucederle a ellos.
De igual forma, lo que dicen los grandes es importante, aunque sea una tontería o necedad. El valor realmente no está en lo que se diga o en lo que se haga sino en la posición social, política o económica que ocupe el protagonista de la noticia.
A este principio periodístico se le denomina prominencia. Desde la perspectiva de las redes sociales, la prensa radial, escrita y televisada; lo que les sucede a los grandes ya es motivo para convertirse en primera plana.
Desde este criterio hasta un puente que se caiga en una comunidad apartada de la capital, donde viven sectores humildes; no califica para ser noticia por no involucrar a figuras prominentes.
En cambio, si el presidente de la República pasa por el sector X, del pueblo Z y se come un frío frío, ya es primera plana para todos los Medios de Comunicación.
El periodismo, como historiografía de la cotidianidad, se convierte así en una actividad al servicio de los grandes, los que tienen poder; no importa el sector al que pertenezca.
Desde la perspectiva de este paradigma, la Sociedad es una especie de pirámide en la que el presidente está en la cúspide de la pirámide, mientras los conserjes de una escuela están abajo, en la zapata.
Así ocurre en el partido, en la empresa, en la Iglesia... En el caso de la Iglesia el arzobispo de Santo Domingo o Santiago se encuentran sentados en el punto más alto de esa pirámide social, mientras el catequista o el monaguillo de la parroquia X está abajo, en la zapata.
No estoy proponiendo que ignoremos a las figuras prominentes, sino que entendamos que estos no son los únicos actores de los hechos que ocurren en el país. Por eso no sólo ellos deben calificar para ser noticia.
Como hacedores de historias y como consumidores de estas, debemos ser capaces de conocer esa realidad social y desmitificar ese principio de la prominencia. De lo contrario nuestro ejercicio y consumo periodístico seguirá estando al servicio de los grandes, y en contra de los pequeños.
Al leer la prensa, ver la televisión, escuchar la radio y revisar las redes sociales cada día, el pobre y el humilde cree que no vale, que lo que le ocurre como campesino o como obrero no califica para ser noticia, a menos que no sea una tragedia que sirva de espectáculo a todos.
Tampoco valen sus opiniones, sus ideas, lo que hacen cada día. Vale lo que ocurre en el Palacio Nacional, en la capital, en los países ricos…
El periodista Andrés Herts, en su obra “La Noticia Popular” de la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER), afirma que la prensa cree que lo que pasa en el interior del país no vale.
De igual forma es insignificante lo que ocurre en los barrios marginados, en los países pobres, a la gente humilde. Sencillamente los periodistas consideran que estos hechos no merecen ser reseñados como noticia.
Hace falta desenmascarar ese famoso principio de prominencia, si queremos ejercer un periodismo crítico, responsable y apegado a la objetividad.
Los pobres también son actores sociales, no los ignoremos en nuestro ejercicio. Sólo así estaremos en condiciones de construir una nueva historia, una nueva sociedad, nuevos hombres.
Comentarios