Por Ramón Colombo
Ya no tenemos un inmundo chiquero, un desorden a la dominicana llevado al doscientos por ciento, un tigueraje implacable (incluyendo carteristas y agarranalgas), una calle convertida a la fuerza en callejón, un mercado de todo lo mercadeable (incluyendo “aquello”). Ahora la Duarte con París y sus alrededores (¡Eso hay que verlo!) compite ventajosamente con todo lo que vemos como mercados públicos callejeros en toda Centroamérica y más allá. (Ahora sí los clasemedieros iremos de compra a la París, desde la Duarte hasta la Josefa Brea, y los capitaleños tendremos elevado a lo más alto nuestro orgullo).
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