Por Tony Pérez
De cara a la competencia, el turismo en República Dominicana debe enfatizar en ventajas comparativas como la sostenibilidad, los servicios y la ética.
Oportuno el planteamiento del profesor Luis Felipe Aquino, presidente de la Bolsa de Turismo del Caribe (BTC), al ser entrevistado este domingo 22 de octubre en el televisual dominical Espejo 360, por Color Visión.
Se trata de un sector de la economía de servicios muy atractivo, pero también muy vulnerable. Cualquier resbalón endógeno o exógeno puede lacerarlo gravemente, si falta la creatividad, la capacidad de anticipación o de manejo profesional de crisis.
RD no está sola en el mercado, y aunque lo estuviera, debería estar atenta siempre al comportamiento del turismo global, si quiere sobrevivir.
Relativamente, registra buena captación del pastel de turismo mundial. Cierto.
Según el Ministerio, se acerca a la meta de 10 millones al año, que se había planteado la gestión de gobierno de Danilo Medina (2016-2020).
Un descuido, sin embargo, daría reversa violenta a las cifras pregonadas. Probable, porque libre de riesgo no está el sector.
La histórica provincia Puerto Plata, al norte del Distrito Nacional, y, hacia el este cercano, las comunidades Boca Chica y Juan Dolio, sufrieron colapsos turísticos que ha costado caro superarlos, en dinero, tiempo y confianza.
De esa amarga experiencia deberíamos aprender en la provincia Pedernales, situada en el sudoeste extremo del territorio nacional, frontera con Haití, ahora en el proceso de conversión de destino turístico que, conforme las autoridades, será sostenible.
Desde 1968, gestión del síndico Olegario Pérez, allí se ha hablado sobre la importancia de desarrollar el turismo. La construcción del “balneario” o Bar Típico Carey, frente al litoral del municipio cabecera, es el antecedente de mayor carga simbólica.
La displicencia de los gobiernos locales y los fenómenos naturales se combinaron para arrancar de cuajo este vibrante atractivo. A la vuelta de las décadas, nada siquiera parecido han edificado allí.
En el casco urbano del municipio, hace más de una década que inversionistas locales visionarios han construido hoteles, alojamientos, restaurantes y sitios de entretenimiento.
Y el Gobierno actual ha emprendido el Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales, luego que, tras una lucha judicial de poco más de dos décadas, la gestión de gobierno anterior recuperara 362 millones de metros cuadrados de terrenos estatales con vocación turística enajenados por particulares con el contubernio de funcionarios, empresarios, abogados y políticos.
En Cabo Rojo, se ha anunciado 12 mil habitaciones hoteleras en edificios de cuatro pisos cada uno. Dos hoteles están en proceso de construcción, y serán administrados por Hyatt e Iberoestar.
El muelle construido a mediados de los 50 del siglo XX por la minera estadounidense Alcoa Exploration Company, subsidiaria de la multinacional Aluminum Company of America, para sus embarques de bauxita y otros minerales, lo readecuan para convertirlo en puerto de cruceros (Port Cabo Rojo), que será operado por la empresa Taíno Bay, misma que maneja uno en Puerto Plata. El presidente Luis Abinader ha asegurado que recibirá en diciembre de 2023 el primer barco cargado de turistas.
Las obras hidrosanitarias lucen avanzadas. La reconstrucción de la vital carretera Barahona-Pedernales (124 kilómetros), no tanto. Sobre el aeropuerto internacional en Tres Charcos, en Oviedo, el otro municipio de la provincia, va a licitación, según ha publicado la Dirección General de Alianzas Público-Privadas.
La promesa para Pedernales es un turismo sostenible, de baja intensidad, evitando errores cometidos en otras zonas turísticas, como Puerto Plata.
Eso debe comenzar por asumir el enfoque que conceptualiza del turismo como fenómeno o proceso social en vez de una industria sólo orientada a producir dólares para engordar el Producto Interno Bruto.
Aquí son determinantes los celos por la preservación del medioambiente, el protagonismo de todas las organizaciones y los profesionales del destino, así como la cultura local, buenas infraestructuras y servicios óptimos. Se trata de un todo cruzado transversalmente por la ética.
Esa es la aspiración mínima del nuevo turista que buscaría por el mundo el destino Pedernales.
El truco para “atraparle” es: alta hospitalidad, nada de acoso, ni elogios fingidos; precios justos, hoteles certificados, respeto por la naturaleza, atractivos asequibles y con recepción digna; turoperadores bien formados y éticos, gastronomía de calidad estandarizada.
El secreto no es que el turista vaya un día, sino que, al salir de la provincia, quede con la ilusión de volver pronto y cuente su experiencia memorable a sus amigos y compañeros de trabajo y de vida.
Desobedecer a los parámetros mencionados anticipa la ruina temprana. Preguntémonos si trabajamos, sistémicamente, en esa dirección.
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