Por Lincoln López
En 1943, es decir, hace 80 años, el escritor y político dominicano Juan Bosch escribió una carta estando en el exilio en La Habana, Cuba, dirigida a sus amigos intelectuales y compatriotas: E. Rodríguez Demorizi, H. Incháustegui Cabral y R. Marrero Aristy, posterior a su encuentro entre ellos cuatro en esa ciudad capital, y donde trataron el tema de Haití en el contexto de aquella época.
Bosch, dejó establecido sus criterios por escrito en esa misiva, esencialmente políticos, sobre la problemática entre las dos naciones. Solamente puedo transcribir dos párrafos de la misma, cuyas ideas principales considero que son: “Hay que saber distinguir quién es el verdadero enemigo…” y “del respeto a todos los derechos…”. Dicen así:
“Nuestro deber es, ahora, luchar por la libertad de nuestro pueblo y luchar por la libertad del pueblo haitiano. Cuando de aquél y de este lado de la frontera, los hombres tengan casa, libros, medicina, ropa, alimentos en abundancia; cuando seamos todos, haitianos y dominicanos, ricos y cultos y sanos, no habrá pugnas entre los hijos de Duarte y de Toussaint, porque ni estos irán a buscar, acosados por el hambre, tierras dominicanas en qué cosechar un mísero plátano necesario para su sustento, ni aquellos tendrán que volver los ojos a un país de origen, idioma y cultura diferentes, a menos que lo hagan con ánimo de aumentar sus conocimientos de la tierra y los hombres que la viven.
“Ese sentimiento de indignación viril que los anima ahora con respecto a Haití, volvámoslo contra el que esclaviza y explota a los dominicanos; contra el que, con la presión de su poder casi total, cambia los sentimientos de todos los dominicanos, los mejores sentimientos nuestros, forzándonos a abandonar el don de la amistad, el de la discreción, el de la correcta valoración de todo lo que le alienta en el mundo. Y, después convoquemos en son de hermanos a los haitianos y ayudémosles a ser ellos libres también de sus explotadores; a que, lo mismo que nosotros, puedan levantar una patria próspera, culta, feliz, en la que sus mejores virtudes, sus mejores tradiciones florezcan con la misma espontaneidad que todos deseamos para las nuestras. Hay que saber distinguir quién es el verdadero enemigo y no olvidar que el derecho a vivir es universal para individuos y pueblos. Yo sé que Uds. saben esto, que Uds., como yo, aspiran a una patria mejor, a una patria que pueda codearse con las más avanzadas del globo. Y no la lograremos por otro camino que por el del respeto a todos los derechos, que si están hoy violados en Santo Domingo no deben ofuscarnos hasta llevarnos a desear que sean violados por nosotros en lugares distintos”.
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