Por Lincoln López
Este año 2023 se conmemora el bicentenario del natalicio de una de las personalidades públicas más ejemplares de la República Dominicana: Ulises Francisco Espaillat, un hijo de Santiago de los Caballeros nacido un 9 de febrero de 1823, en donde vivió casi toda su vida y quien, desde el 29 de abril de 1876 ocupara la Presidencia luego de resultar vencedora su candidatura.
Su ejercicio gubernamental ha sido calificado de patriótico, progresista y democrático. Don Eugenio María de Hostos lo consideraba “el hombre más digno del ejercicio del Poder que ha tenido la República”. Por su conducta ejemplar, muchos años después, fue establecido por Decreto el Día Nacional de la Ética Ciudadana “para el rescate de los valores éticos, la lucha por la igualdad, el respeto individual y colectivo, como un grito de esperanza…”.
En su ciudad natal desarrolló sus intensas y variadas actividades como boticario, comerciante, escritor, munícipe…, como hombre público ocupó las funciones de legislador, diplomático, Secretario de Estado, Vice-presidente y Presidente de la República. Firmó el “Acta de Independencia” (Restauración) y se le nombró en el Ministerio de Relaciones Exteriores. “Fue la eminencia gris de la Restauración”. Es aquí, en su patria chica en donde Ulises Francisco Espaillat recibe a su amigo Juan Pablo Duarte en el 1864.
Aquí expresó que “todos los dominicanos de 15 a 60 años de edad están en la obligación de tomar las armas en defensa de la patria”, pero es aquí, al mismo tiempo donde aboga porque haya un Himno Nacional que no excite el odio contra España, Francia, Haití y los Estado Unidos. “Quiero –dice- que enaltezca el amor a la Patria y a sus instituciones”.
Su discurso inaugural como presidente, en vez de elevarse en una nube retórica individual, prefiere descender a la realidad y aludir al Padre de la Patria en un acto de solidaridad que lo enaltece cuando dice: “Hay sin embargo un mártir que languidece abandonado de los suyos en suelo extraño, y es justo, es decente que los dominicanos se impongan alguna privación para que tengan un pan que enviar a uno de los próceres de nuestra Independencia”.
Termino esta síntesis con un fragmento revelador de su pensar sobre la educación: “Noble aspiración de nuestro pueblo, es la sed de enseñanza. Los esfuerzos que hace cada uno de por sí, son con mucho, superiores a los que hace la sociedad oficialmente de algún tiempo acá, y es de notarse que el anhelo por la educación es más intenso en la clase pobre de nuestro país. Con esta triple sed de libertad, de justicia y de saber, creo firmemente que se salva fácilmente una sociedad”.
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