Por José Alfredo Guerrero
Una asociación de concesionarios de fabricantes vehículos de motor volvió hace dos semanas con su queja sobre la competencia desleal que enfrentan por los privilegios reciben los importadores de vehículos usados. Trabajos de investigación de periodistas, las respuestas de imputados con trato preferencial y autoridades de la Dirección General de Aduanas (DGA) permiten formarse un cuadro de lo que está ocurriendo y, me parece, que se está a tiempo de evitar que el debate se pierda en la neblina de los famosos “costo político, pobre padre de familia, bajadero temporal o poner a merenguear”.
En efecto, nada de lo que leí obedece a buscar que solo los ricos y clase media puedan comprar un carro. Esos tiempos acabaron con la reforma arancelaria de Balaguer en los años 90 que puso punto final al esquema en que al país solo entraban autos nuevos en una cantidad establecida por cuota. Es a partir de ahí que se liberaliza la importación para traer cualquier vehículo, nuevo o usado, sin importar cilindrada o país de origen, pero cuya fecha de fabricación no fuera mayor a cinco años. Es eso que permite al dominicano poner a competir las preferencias por un auto propio frente a otros usos de sus ingresos disponibles.
Otro empuje para subir esas preferencias por andar montado en el gasto individual llega con la aprobación del DR-CAFTA que permite importar autos fabricados en los Estados Unidos sin aranceles. Para recibir los beneficios del tratado hay que demostrar que el auto tiene un porcentaje mínimo bastante alto en su fabricación de materias primas o insumos de ese país. Esto empieza a favorecer la importación de autos nuevos o usados de esa nación y a revertir el declive de su participación en el parque vehicular.
¿Qué elemento es crucial para evitar que este cambio de reglas promueva una competencia similar a la de otras actividades donde las quejas tienen la frecuencia de los eclipses? Sencillo: valorar con una metodología a prueba de críticas las unidades que se importan. Esa es una donde el valor fob debe ser el mismo para carros con las mismas características. A la jeepeta tal, modelo para, año cual se le calculan los impuestos en base a x dólares para cualquiera que lo importa. Si no existe la misma valoración para todos es lógico que se generen problemas. Por lo que se ha explicado en las noticias, hay asociaciones de dealers autos usados a los que se les despacha con una lista de valores diferente al importador individual o al que no es un asociado. No puede ser y mucho menos cuando las informaciones del valor aproximado de mercado deben tener más de setenta años en EUA, eso estimo porque las conocí hace casi cuarenta años con el Blue Book.
En 1985, cuando estudiaba en Ohio, acompañé a un amigo dominicano a comprar financiado un carro usado. La joven que nos atendió tomó un libro azul, organizado en orden alfabético, buscó la marca del auto, el año de fabricación y como notó nuestra sorpresa nos explicó que ahí estaban los precios de mercado más recientes de vehículos similares. Al recordarme de ese episodio encontré que hay cientos de portales web que hacen referencia a precios de mercado de ese libro y que la famosa empresa vende consultas en vivo y otros servicios en contratos que se negocian por teléfono.
Ahora bien, estos dos aspectos de las noticias plantean un dilema que requiere clonar al Rey Salomón. El primero no lo entendí bien. Se explica que existen unas tablas de depreciación sobre el valor de las unidades que no guardan correspondencia con la realidad. Por ejemplo, una jeepeta con un año de uso en EUA se puede importar con diferencias en el valor fob cercanas al 50%. ¿Qué? Bueno si leyó eso y lo entendió es porque está confundido. Les cuento lo que puedo averiguar para la próxima semana sobre esta generosidad/privilegio francamente inverosímil de casi estrenar un cero kilómetro en vehículo de alta gama, como les dicen ahora.
El segundo está más claro, de hecho, creo que es de dominio público porque la popularidad de los carros Sonata y Kia 5 se atribuye a que son vehículos descartados para su uso en Corea del Sur por llegar al límite de kilómetros que se les permite en servicios de taxis. Por esta razón son baratos en ese país y se importan para vender a precios al alcance de personas con ingresos medios hacia abajo para su uso familiar o transporte público. ¿Y quién está en contra de que el pobre se pueda montar? Nadie. El asunto es que la ley impide la importación de vehículos al país que no pueden transitar en su país de origen. Como también está prohibida la importación de varias marcas de vehículos usados del Japón que vienen con el guía a la derecha. Miles de unidades de esos vehículos van de Japón a Chile o Perú para cambiar el guía y hacer otras modificaciones que, se alega y opino que con razón, reduce la seguridad del vehículo.
De manera que así están las cosas en la importación de vehículos donde las autoridades están llamadas a calmar los tambores de guerra. El casus belli no es bulto ni allante. En el mercado de automóviles, como en toda otra actividad, es fundamental que estén claras las reglas de aplicación general para todo el participante. Ahí una oportunidad para ver si las células llevan ADN de príncipe sabio que debe aprovechar el incumbente de la DGA.
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